miércoles, 21 de abril de 2010

Visita Virtual: Claudia Ferrari - Anatomía de un paisaje

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Un pequeño recorrido por la muestra:

Vista desde la calle

La pared frontal
Entrando sobre la derecha

Entrando sobre la izquierda

Vista hacia la oficina

lunes, 19 de abril de 2010

Claudia Ferrari: Anatomía de un paisaje - Texto de catálogo por Eduardo Stupía

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El empleo del color al agua inmediatamente impone la evidencia palpable de que lo acuoso será, más que un medio, todo un carácter, un comportamiento temperamental del lenguaje. En el aleteo impalpable que sobrevuela cada uno de estos ensayos líricos, Claudia Ferrari va y viene de la levedad a la precisión; se propone, y logra, evadirse aun cuando parece anclarse en escenas, atmósferas o paisajes, y en todo habrá una cualidad pregnante y a la vez inmaterial. Su única certeza es el instante, ese punto fluctuante de deliberada volubilidad y modulación justa, donde el fenómeno mandatario es la constante transición entre un estado y otro del pigmento, en la mayor o menor densidad del tratamiento, en el contrapunto o conciliación entre la milagrosa inconsistencia sólida del papel de arroz y las propiedades de los recursos puestos.
El estatuto técnico y emocional de la autora transcurre entre la resonancia con tradiciones que ella hace explícitas, como la del sumi-e, así como busca con suficiente autonomía y sensitividad ciertas maneras del territorio impresionista, cerca también de las poéticas abstractas de artistas tan disímiles como Frankenthaler, Wyeth, o Zao Wou-Ki. No obstante, su predilección se concentra claramente en esa zona incierta y misteriosa donde toda familiaridad retrocede frente a la constatación de que la mancha, el gesto controlado, la caligrafía que se transfigura en arquitectura narrativa, y la confluencia de superposiciones, vibraciones, transparencias y capas fluidas de articulación tonal se despliegan como valores absolutos, saludablemente al margen de los acotados límites que instauran las influencias.
Eduardo Stupia

Claudia Ferrari: Anatomía de un paisaje - texto de catálogo por Fabiana Barreda

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El Bosque Sagrado
En el lado este del Kii, cerca de los bosques de
Kumano se encuentra Ise Jingu, El Templo de Ise,
allí se celebra el Shikinen Sengu,
la ceremonia del renacimiento de los árboles del Bosque Sagrado...

El universo estético de Claudia Ferrari se inscribe en este territorio de unión entre la imagen y lo espiritual. Iniciada en el arte japonés en la Tradición del Sumi-e, sus imágenes nos transportan a un viaje donde la naturaleza es el escenario mágico de la representación de un estado trascendente. La contemplación es el primer vínculo subjetivo, la mirada como conexión de un estado interno, donde el paisaje será la materia de proyección. En sus obras "Variaciones de la luz vista desde mi ventana" un paisaje aéreo levita sobre el agua de sus acuarelas. ¿Qué es la Luz en el Agua? La acuarela y el agua son el soporte de lo inmanente, generando la transparencia como inmaterialidad lumínica. La vista de un rio, un bosque son territorios de percepción donde la luz y la respiración, como una forma de meditación, nos nombran el paso del tiempo. Desde una marca ancestral japonesa y con una mirada contemporánea sus piezas se vuelven cada vez mas leves hasta el soporte ahora un papel transparente, permite que la luz tome forma corpórea en el bosque. La serie de las flores acrecienta la sensualidad de las imágenes, como geishas naturales son alegorías de placer. El bosque también puede ser nocturno, otoñal oscuro hasta el mas profundo invierno. Nieve, negro y oro. Estas visiones nevadas nos sumergen en el concepto japonés Mono No Aware, traducible como a una particular sensibilidad a la belleza efímera de las cosas. En estas imágenes el círculo perfecto se ha trazado. Todo renace. Y todo el ciclo de la naturaleza se despliega exuberante en toda la sala blanca de la galeria RO como una caja de cristal. En la cúspide de este ciclo vital emerge el Árbol Dorado, custodiado por mantras, este símbolo da ingreso al Templo de Ise, El Bosque Sagrado. Introspectivos como en un jardín zen o ante el sonido perfecto de un haiku, permanecemos contemplando estos paisajes en un estado de serenidad, en ese instante el arte posee la intensidad sacra de la vida.
Fabiana Barreda
Curadora de la exposición