viernes, 5 de septiembre de 2008

Fiesta de Cierre - Soho Telo Muestra

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Mañana sábado es la fiesta de cierre de Soho Telo Muestra, habrá amigos, música y Chandon.
Además, es la última oportunidad de ver la interveción de Gabriel Grün.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Hermosa crítica sobre "Detrás del Círuclo Polar"

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por Luis Espinosa
Cuando Mary Shelley escribe Frankenstein está pensando en otra cosa muy distinta de la que pensaron los productores de Hollywood cuando leyeron el libro.
Estos se esforzaron por hacer una morbosa descripción del monstruo. Aquella necesitó sólo la presencia monstruosa, sin detalles, para contar en una historia dentro de otra, la vivencia espiritual de Robert Walton.
Ese relato, como las imágenes que hoy nos ocupan, transcurren desde un barco en el blanco frío hielo del polo.
Lejano lugar inalcanzable, para Shelley, el polo Norte.
El polo Sur, deseado paisaje de la Antártida, capturado, condensado por la mirada y los rápidos y certeros movimientos de la mano de Marina Curci.
La pintora había mostrado antes una evidente maestría en el uso de la témpera y la acuarela, destacada discípula del maestro Guillermo Roux.
Lograba en sus trabajos una imposible descripción de la realidad, una emotiva llegada a las cosas.
Pero el mar que la llama desde su propio nombre, le tendría deparada una aventura más allá del confín, tanto del mundo conocido como de los límites de su propia pintura.
Una misteriosa atracción la llevó a interesarse por el rompehielos Almirante Irízar, lo deseó, tal vez intuyendo que allí se escondía la clave para desentrañar un nudo.
Lo dibujó con minuciosidad conociendo sus entrañas. Hasta que logró partir como pasajera en un viaje al sur, que pasaría el paralelo del círculo polar.
No lo emprendió como un viaje de turismo sino que enfrentó al frío con un trabajo febril que tuvo como fruto más de doscientas obras. En cubierta, al aire libre, detrás del vidrio del puente de comando, envuelta en abrigos o la pintura congelada en la punta del pincel. Insoportable el frío, inabarcable la belleza del paisaje.
Marina buscaba ya no el dato riguroso al que su técnica la tenía acostumbrada, sino el límite, la superación del límite, impulsada por un deseo imperioso, una urgencia. ¿Por qué esa necesidad de ir a buscarlo tan lejos? Algo había allí que no podría encontrar en ningún otro lado del planeta. Y se lanzó a traerlo, nos lo trajo.
El catálogo, excelente, editado por la Galería RO con texto de Laura Malosetti Costa, muestra indicios de un diario de viaje, registro de de acontecimientos y lugares, que nos deja con la sensación de que cada anotación verifica que ahí no está realmente lo que se estaba buscando. Estas obras no son la crónica de un viaje, si entendemos por viaje: ir en barco a la Antártida. El viaje es en otra dirección pero realmente se descubre, se percibe en su verdadero sentido, sólo al enfrentarse con aquella inmensidad, con la sutil diferencia de colores en las que se descompone el blanco y el azul.
Y aquí retomamos la cita de la novela de Shelley. En ella podemos vislumbrar la trama más fina, que se aleja de la espectacularidad del monstruo maquillado. Robert Walton, un marino, en un viaje riesgoso en busca de la gloria se enfrenta ante su propio límite e imagina, inventa tal vez, y escribe en su diario una historia que es a la vez una reflexión sobre una toma de decisión. Su propio monstruo interior, lo acosa y pretende destruirlo, él lo nombra como el relato de Víctor Frankenstein pero es ante sí mismo el enfrentamiento. Cuando logra aceptar su propia contingencia, lo que consigue es ese renunciamiento que lo libera y a la vez lo potencia, descubriendo el momento de regresar a casa. Transfigurado.
Marina teniendo la capacidad del máximo despliegue, se sumerge en el silencio más íntimo y todo lo que podría haber dicho con mil recursos se termina concentrando en un sólo gesto. Lo consigue de un modo sorprendente en las más simples y abstractas acuarelas que se acercan a lo real, alejándose.
Todo con nada, nos transporta hacia el desafío de enfrentar a nuestro propio monstruo, alienta la valentía de llegar al silencio más profundo.
Podría pensarse: paisajes, otra muestra más de paisajes, con el agregado pintoresco de lo exótico. Pero no.
No parece una muestra más. Estas pinturas nos colocan en el límite mismo de la experiencia humana y precisamente por ser paisajes, por lo que se pinta evitando pintar, por su silencio monumental, por pararse al borde del ser o no ser, revierten en interioridad. Dejan de estar afuera para ser contempladas y se expanden adentro como conceptos visuales que la mente elabora para entenderse o mucho más allá, para animarse.
Dicen los que estuvieron: La Antártida es así, esa emoción.
Saben los que no estuvieron que no importa tanto cómo es o no es el continente blanco; más importa verse reflejados, como realmente somos, cara a cara con la desnudez de esas pinceladas. Motivados por eso, emprendemos el viaje.

[publicada en ramona]

martes, 2 de septiembre de 2008

Fotos de la Inauguración de Marina Curci

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Marina Curci dando una visita guiada durante el Gallery Night

Orlando Interlandi (Jefe de la Base Belgrano II), Marina, Roxana y el Comandante Guillermo Palet

el maestro Roux, Marina Curci y Roxana Olivieri

Roxana Olivieri y Damián Scher, directores de la galería, con Marina Curci

Bety, Glacióloga del Irízar y Marina Curci

Franco, la nueva generación de galeristas